Lau

Soy Publicista

Laura Garcés Pérez

Con la misma pasión que devoro libros acompañada de una taza de café y música, realizo mi trabajo como publicista, dejando mi alma en cada palabra escrita, cada pieza diseñada y cada estrategia plasmada, buscando lograr el mismo impacto que un autor con sus historias, entendiendo que desea mi lector y planeando como sorprenderlo, para que juntos resolvamos un problema materializando su solución.

  • Cali, Colombia.
  • +57 311 783 6534
  • lau.adss@gmail.com
  • lauads.blogspot.com
Me

Professional Skills

“No se puede escribir una novela o componer una canción, no se puede acordar una adquisición o ampliar una oferta sin una completa dedicación a la tarea que se tiene entre manos.” ― John Katzenbach.

Copywriting 90%
Diseño 80%
Community Management 80%
Servicio al cliente 70%

  • Experiencia
  • Educación
2020 - 2021
MEDIA ADVERTISING - Estratega Publicitaria

Direccionamiento estratégico de contenido para redes sociales y diseño de piezas gráficas, copy, manejo de cuentas múltiples, contacto con clientes.

2020 - 2020
Disney College Program– Walt Disney World Resort, Orlando Florida

Attractions Cast Member at Magic Kingdom Pirates of the Caribbean. Disney's 4 Keys Basics: seguridad, cortesía, show y eficiencia, habilidad de realizar múltiples tareas en distintos roles.

2018 - 2020
Community Management - Programa Ing. Biomédica UAO.

Diseño piezas para redes sociales y eventos, fotografía, copy, manejo de cuentas múltiples.

2018 - 2018
Community Management - Davasad Comunicación Estrategica.

Copy, creativo, servicio al cliente, creación base de datos, manejo de cuentas múltiples.

2020
Tompkins Cortland Community College(TC3), New York

Course. BUAD 216.

2016 - 2020
Universidad Autónoma de Occidente.

Programa de Comunicación Publicitaria.

2015
Ef International Language Center, New York

Full time English Course. Achivement of B1 EFSET Level.

2015
Ciudadela Educativa la Presentación de Cascajal.

Título de Bachiller.

  • The Mosquito Killer Billboard

    The Mosquito Killer Billboard



    A todos nos molestan los mosquitos, sus picaduras y las ronchas que estos suelen dejar en nuestra piel, a pesar de ser un problema repetitivo a lo largo de nuestras vidas estos no suponen un gran problema para muchos de nosotros, la solución a una de sus mordidas será siempre el alcohol y el no rascarnos que todos ignoramos. 

    Es un zancudo, ya se nos pasará, eso es lo que todos pensamos.

    Pero…

    ¿Qué sucede sí nos damos cuenta que este pequeñísimo animal puede llegar a afectar nuestra salud a tal grado de causarnos fiebre, dolor articular, sarpullidos e incluso un raro síndrome que ataca nuestro sistema nervioso y puede llegar a causar una parálisis casi total?

    ¿Cómo comunicamos a las personas del común, aquellos que no son médicos o profesionales de la salud, que hay un virus tropical y todos estamos expuestos a ello? 

    ¿Haciendo que en todas las citas médicas a partir de ahora se informe sobre ello? Sí,  pero… ¿Y las personas que no van a un consultorio en estas fechas?

    ¿Les entregamos folletos o flyers con la información necesaria y les recomendamos tener precaución?Sí, pero… ¿Cómo asegurarnos de que ese folleto no termine en la basura?

    ¿Realizamos charlas acerca del tema en empresas, escuelas y universidades?Sí, pero… ¿podremos conseguir a los expertos necesarios para abarcar la mayor cantidad de estas en el país?

    ¡Crear reportajes, noticias sobre el tema! ¡Esa debe ser la solución! Tenemos gran alcance y todos ven las noticias.

    Sí, eso ya lo hacen, comunicar a la gente sobre el virus, pero…. ¿realmente logramos impactarlos para tener cuidado o pasará a ser parte del paisaje noticioso al que aveces no prestamos atención por ser “lo mismo de siempre”?

    Ninguna de las opciones está mal, pero si a mil personas queremos impactar, algo más llamativo debemos crear.

    Lo primero que debemos tener en cuenta es ¿dónde encontramos a las personas y dónde son más propensas a ser mordidos por un mosquito infectado?

    En la calle. Todos los días las personas salen a la calle, a trabajar, estudiar, comprar, reunirse con sus amigos o un sin fin de actividades donde se exponen a ser picadas por estos mosquitos y más vulnerables a contraer este virus. 

    Somos seres visuales y curiosos por naturaleza, cuando vemos algo nuevo o diferente en un lugar que visitamos frecuentemente nuestra atención se centra en aquel objeto distinto dentro de un paisaje ya conocido.

    ¿Y qué atrae a los mosquitos? Nuestro sudor, nuestra respiración, la luz fluorescente…Entonces, ¿cómo ayudar a transmitir el mensaje y combatir al mosquito transmisor del Zika?Somos una agencia que promueve la innovación “Good Innovation”, y si bien requerimos de la ayuda de la tecnología para innovar también buscamos generar valor a las personas y la sociedad, es por ello que queremos convertir aquel elemento publicitario que siempre nos acompaña en las calles y, que a veces  pasa desapercibido, en un elemento que llame la atención

    Y no hablamos solamente de la atención de las personas, también de los mosquitos.

    Por eso presentamos: The Mosquito Killer Billboard. Un revolucionario  “panel publicitario” que imita el sudor y aliento humanos, acompañado de luz fluorescente que promete atraer a los mosquitos y ayudar a mitigar la transmisión del Zika.

    Además de esto, queremos crear un impacto mundial ayudando así a amortiguar esta problemática mundial, por ello, en colaboración con Creative Commons (asociación sin fines de lucro que busca promover el acceso e intercambio de información bajo licencias de uso y proteger los derechos de autor) cedemos la idea a terceros con el propósito de lograr replicar esta acción y crear un impacto mayor.


    Agencia: Dentsu Aegis Network, Posterscope
    Cliente: Organización Mundial de la Salud

  • Making Magic





    El sueño se hizo realidad, a pesar de ser corto y no parecer algo más que un sueño al cerrar los ojos y volver a despertar.

    Cuatro años de planeación, dando lo mejor de mi en cada paso, siempre con el objetivo claro y las ganas de alcanzarlo. El lugar donde los sueños se hacen realidad no se denomina así porque sí, realmente es un lugar mágico donde los deseos se transforman en historias, en memorias a atesorar.

    Dos meses, corto fue el tiempo, esperaba fueran seis.

    En un pirata me convertí, sonrisas cause y muchos sueños en recuerdos convertí. Con mi chaleco y mis medias a rayas día a día sonreí frente a miles de soñadores que frente a mi pasaban y, a veces, algunas respuestas buscaban.

    Como lo extraño... Como extraño a niños sonreír, fotografías tomar, con familias charlar y al finalizar la noche apreciar los fuegos artificiales que marcaban el final de otro día espectacular.

    Una gran sorpresa me lleve, y es que un pequeño logro que no sabía estaba buscando alcancé y como la primera pirata Colombiana seré recordada.

    De esta experiencia no me puedo quejar, para mí la más valiosa siempre será.

    No solo viví la magia, también fui capaz de crearla.

    - Lau.
  • Memorias por correspondencia: Carta a la Autora

    Acerca de:




    A lo largo del relato Emma explica de forma detallada que gran parte de su niñez la vivió encerrada, ya fuera en una habitación, una casa con hornos de panadería o un convento; si bien el encierro se convirtió en su “zona de confort” al no conocer y no poder salir de los lugares en los que vivía  una serie de sucesos como ser abandonada por la señorita María, vivir en un convento donde era rechazada por otras niñas e incluso superiores (monjas), burlas por ser bizca, intento de violación por parte de un cura y curiosidad por saber que había detrás de las cuatro paredes que la rodeaban  la llevaron a tomar la decisión de escapar del encierro en el que se encontraba sometida.


    Carta a Emma:


    Hay historias con las cuales te identificas tanto a tal punto de no tener como refutar que aquello que lees no sea ficción, historias tan reales que te llenan de tantas emociones y sentimientos  y con las cuales puedes comparar tu vida y la de la protagonista y encontrar tantas conexiones de vivencias, creencias y pensamientos que después de un largo suspiro y una sonrisa de oreja a oreja dices yo pasé por lo mismo... o por fin encontré a alguien que me entiende.

    No, no tengo una historia exactamente igual pero sí bastante similar en algunos aspectos, yo tambien fui esa pequeña niña a quien todos miraban raro y de quien se burlaban por ser bizca, humillada en clases incluso por sus mismos profesores, a ti, pequeña Emma, te hicieron gafas de cartón para corregir el problema y eso solo generó más burlas de parte de las demás niñas, a la pequeña Laura - que usaba un parche para corregir su problema de visión - una profesora le dibujo un ojo y dedicó una clase a burlarse de ello; ambas, tanto tú como yo fuimos niñas formadas en una institución “gobernada” por monjitas donde todos esos seres dulces, entregados y “justos” no siempre lo eran; tú de niña te escondias en un horno de panadería, yo en pequeños rincones del colegio alejada de las demás niñas, tú buscaste la forma de tener amigas buscando entre los mares de niñas unas que parecieran ser indiferentes a tus gafas y se volvieran tus confidentes, yo tambien lo intenté una, dos y tres veces... 

    Al igual que tú viví las exigencias de estas hermanas en cuanto a vestimenta, también me enseñaron historias y me formarón para cumplir al pie de la letra ciertos rituales y cantar ciertas canciones en ciertos momentos dependiendo de las festividades, que si bien a ti te enseñarón en latín a mi me enseñaron en italiano, además tambien celebré cada fiesta de cada santo al que la cominudad a la que pertenecian las hermanas del colegio profesaba su fe, ayude con la decoración de la capilla dentro y fuera de ella – el colegio  cuenta con su propia capilla y para mi siempre fue lo más de todo el lugar -, al igual que tú fui testigo de la rotación de capellanes que asistian al lugar cada año, sin embargo no recuerdo saber porque cambiaban y creeme que sabía muchas cosas del lugar. Al igual que tú sentía asfixia de estar entre esas 4 paredes gruesas que separaban el terreno sagrado y escolar del resto del mundo, mi madre fue profesora en aquella institución aproximadamente 15 años y podría decirse que incluso nací allí, por obligaciones extra que le eran entregadas pasaba en aquel lugar desde las 6 am hasta pasadas las 8 pm, regresaba a casa a dormir y me preparaba para volver a pasar mi día entero de nuevo tras esas 4 paredes... incluso llegaba a estar hasta pasadas las 10 pm cuando de alguna celebración se trataba, a veces por iniciativa propia decidía ayudar en algunos trabajos del mismo, otras al saber que “estaba disponible” me convertía en la mensajera, recepcionista, secretaria y demás de aquellos que estaban al mando en el momento, es por ello que puedo decir que sé mucho acerca de aquel lugar; también aprendí a coser algunos bordados a mano, aunque admito que realmente nunca me gustó la idea y no puse gran empeño en aprender por lo que podría decirse que finalmente no sé nada del tema. 

    Lastima que ambas vivimos en momentos diferentes en lugares diferentes..., al terminar de leerte, de leer tú historia, interiorizarla y analizarla lo primero que pensé es que entendía parte de aquello que sentías y que hubíera sido una gran experiencia haber conocido tu historia, tus letras, hace mucho tiempo. No sé si sea la palabra adecuada pero podría decir que me encantó aquello que leí, al leer con tal lujo de detalle pude visualizar tus palabras, observar la situación desde tu perspectiva recordando viejos tiempos y al mismo tiempo viviéndolos a la par de la pequeña niña descrita en todo el relato e incluso verme reflejada en ellos.
  • EL GUARDAGUJAS, JUAN JOSÉ ARREOLA. (1952)



    El forastero llegó sin aliento a la estación desierta. Su gran valija, que nadie quiso cargar, le había fatigado en extremo. Se enjugó el rostro con un pañuelo, y con la mano en visera miró los rieles que se perdían en el horizonte. Desalentado y pensativo consultó su reloj: la hora justa en que el tren debía partir.
    Alguien, salido de quién sabe dónde, le dio una palmada muy suave. Al volverse el forastero se halló ante un viejecillo de vago aspecto ferrocarrilero. Llevaba en la mano una linterna roja, pero tan pequeña, que parecía de juguete. Miró sonriendo al viajero, que le preguntó con ansiedad:
    -Usted perdone, ¿ha salido ya el tren?
    -¿Lleva usted poco tiempo en este país?
    -Necesito salir inmediatamente. Debo hallarme en T. mañana mismo.
    -Se ve que usted ignora las cosas por completo. Lo que debe hacer ahora mismo es buscar alojamiento en la fonda para viajeros -y señaló un extraño edificio ceniciento que más bien parecía un presidio.
    -Pero yo no quiero alojarme, sino salir en el tren.
    -Alquile usted un cuarto inmediatamente, si es que lo hay. En caso de que pueda conseguirlo, contrátelo por mes, le resultará más barato y recibirá mejor atención.
    -¿Está usted loco? Yo debo llegar a T. mañana mismo.
    -Francamente, debería abandonarlo a su suerte. Sin embargo, le daré unos informes.
    -Por favor…
    -Este país es famoso por sus ferrocarriles, como usted sabe. Hasta ahora no ha sido posible organizarlos debidamente, pero se han hecho grandes cosas en lo que se refiere a la publicación de itinerarios y a la expedición de boletos. Las guías ferroviarias abarcan y enlazan todas las poblaciones de la nación; se expenden boletos hasta para las aldeas más pequeñas y remotas. Falta solamente que los convoyes cumplan las indicaciones contenidas en las guías y que pasen efectivamente por las estaciones. Los habitantes del país así lo esperan; mientras tanto, aceptan las irregularidades del servicio y su patriotismo les impide cualquier manifestación de desagrado.
    -Pero, ¿hay un tren que pasa por esta ciudad?
    -Afirmarlo equivaldría a cometer una inexactitud. Como usted puede darse cuenta, los rieles existen, aunque un tanto averiados. En algunas poblaciones están sencillamente indicados en el suelo mediante dos rayas. Dadas las condiciones actuales, ningún tren tiene la obligación de pasar por aquí, pero nada impide que eso pueda suceder. Yo he visto pasar muchos trenes en mi vida y conocí algunos viajeros que pudieron abordarlos. Si usted espera convenientemente, tal vez yo mismo tenga el honor de ayudarle a subir a un hermoso y confortable vagón.
    -¿Me llevará ese tren a T.?
    -¿Y por qué se empeña usted en que ha de ser precisamente a T.? Debería darse por satisfecho si pudiera abordarlo. Una vez en el tren, su vida tomará efectivamente un rumbo. ¿Qué importa si ese rumbo no es el de T.?
    -Es que yo tengo un boleto en regla para ir a T. Lógicamente, debo ser conducido a ese lugar, ¿no es así?

    -Cualquiera diría que usted tiene razón. En la fonda para viajeros podrá usted hablar con personas que han tomado sus precauciones, adquiriendo grandes cantidades de boletos. Por regla general, las gentes previsoras compran pasajes para todos los puntos del país. Hay quien ha gastado en boletos una verdadera fortuna…
    -Yo creí que para ir a T. me bastaba un boleto. Mírelo usted…
    -El próximo tramo de los ferrocarriles nacionales va a ser construido con el dinero de una sola persona que acaba de gastar su inmenso capital en pasajes de ida y vuelta para un trayecto ferroviario, cuyos planos, que incluyen extensos túneles y puentes, ni siquiera han sido aprobados por los ingenieros de la empresa.
    -Pero el tren que pasa por T., ¿ya se encuentra en servicio?
    -Y no sólo ése. En realidad, hay muchísimos trenes en la nación, y los viajeros pueden utilizarlos con relativa frecuencia, pero tomando en cuenta que no se trata de un servicio formal y definitivo. En otras palabras, al subir a un tren, nadie espero ser conducido al sitio que desea.
    -¿Cómo es eso?
    -En su afán de servir a los ciudadanos, la empresa debe recurrir a ciertas medidas desesperadas. Hace circular trenes por lugares intransitables. Esos convoyes expedicionarios emplean a veces varios años en su trayecto, y la vida de los viajeros sufre algunas transformaciones importantes. Los fallecimientos no son raros en tales casos, pero la empresa, que todo lo ha previsto, añade a esos trenes un vagón capilla ardiente y un vagón cementerio. Es motivo de orgullo para los conductores depositar el cadáver de un viajero lujosamente embalsamado en los andenes de la estación que prescribe su boleto. En ocasiones, estos trenes forzados recorren trayectos en que falta uno de los rieles. Todo un lado de los vagones se estremece lamentablemente con los golpes que dan las ruedas sobre los durmientes. Los viajeros de primera -es otra de las previsiones de la empresa- se colocan del lado en que hay riel. Los de segunda padecen los golpes con resignación. Pero hay otros tramos en que faltan ambos rieles, allí los viajeros sufren por igual, hasta que el tren queda totalmente destruido.
    -¡Santo Dios!
    -Mire usted: la aldea de F. surgió a causa de uno de esos accidentes. El tren fue a dar en un terreno impracticable. Lijadas por la arena, las ruedas se gastaron hasta los ejes. Los viajeros pasaron tanto tiempo, que de las obligadas conversaciones triviales surgieron amistades estrechas. Algunas de esas amistades se transformaron pronto en idilios, y el resultado ha sido F., una aldea progresista llena de niños traviesos que juegan con los vestigios enmohecidos del tren.
    -¡Dios mío, yo no estoy hecho para tales aventuras!
    -Necesita usted ir templando su ánimo; tal vez llegue usted a convertirse en héroe. No crea que faltan ocasiones para que los viajeros demuestren su valor y sus capacidades de sacrificio. Recientemente, doscientos pasajeros anónimos escribieron una de las páginas más gloriosas en nuestros anales ferroviarios. Sucede que en un viaje de prueba, el maquinista advirtió a tiempo una grave omisión de los constructores de la línea. En la ruta faltaba el puente que debía salvar un abismo. Pues bien, el maquinista, en vez de poner marcha atrás, arengó a los pasajeros y obtuvo de ellos el esfuerzo necesario para seguir adelante. Bajo su enérgica dirección, el tren fue desarmado pieza por pieza y conducido en hombros al otro lado del abismo, que todavía reservaba la sorpresa de contener en su fondo un río caudaloso. El resultado de la hazaña fue tan satisfactorio que la empresa renunció definitivamente a la construcción del puente, conformándose con hacer un atractivo descuento en las tarifas de los pasajeros que se atreven a afrontar esa molestia suplementaria.
    -¡Pero yo debo llegar a T. mañana mismo!
    -¡Muy bien! Me gusta que no abandone usted su proyecto. Se ve que es usted un hombre de convicciones. Alójese por lo pronto en la fonda y tome el primer tren que pase. Trate de hacerlo cuando menos; mil personas estarán para impedírselo. Al llegar un convoy, los viajeros, irritados por una espera demasiado larga, salen de la fonda en tumulto para invadir ruidosamente la estación. Muchas veces provocan accidentes con su increíble falta de cortesía y de prudencia. En vez de subir ordenadamente se dedican a aplastarse unos a otros; por lo menos, se impiden para siempre el abordaje, y el tren se va dejándolos amotinados en los andenes de la estación. Los viajeros, agotados y furiosos, maldicen su falta de educación, y pasan mucho tiempo insultándose y dándose de golpes.
    -¿Y la policía no interviene?
    -Se ha intentado organizar un cuerpo de policía en cada estación, pero la imprevisible llegada de los trenes hacía tal servicio inútil y sumamente costoso. Además, los miembros de ese cuerpo demostraron muy pronto su venalidad, dedicándose a proteger la salida exclusiva de pasajeros adinerados que les daban a cambio de esa ayuda todo lo que llevaban encima. Se resolvió entonces el establecimiento de un tipo especial de escuelas, donde los futuros viajeros reciben lecciones de urbanidad y un entrenamiento adecuado. Allí se les enseña la manera correcta de abordar un convoy, aunque esté en movimiento y a gran velocidad. También se les proporciona una especie de armadura para evitar que los demás pasajeros les rompan las costillas.
    -Pero una vez en el tren, ¡está uno a cubierto de nuevas contingencias?
    -Relativamente. Sólo le recomiendo que se fije muy bien en las estaciones. Podría darse el caso de que creyera haber llegado a T., y sólo fuese una ilusión. Para regular la vida a bordo de los vagones demasiado repletos, la empresa se ve obligada a echar mano de ciertos expedientes. Hay estaciones que son pura apariencia: han sido construidas en plena selva y llevan el nombre de alguna ciudad importante. Pero basta poner un poco de atención para descubrir el engaño. Son como las decoraciones del teatro, y las personas que figuran en ellas están llenas de aserrín. Esos muñecos revelan fácilmente los estragos de la intemperie, pero son a veces una perfecta imagen de la realidad: llevan en el rostro las señales de un cansancio infinito.
    -Por fortuna, T. no se halla muy lejos de aquí.
    -Pero carecemos por el momento de trenes directos. Sin embargo, no debe excluirse la posibilidad de que usted llegue mañana mismo, tal como desea. La organización de los ferrocarriles, aunque deficiente, no excluye la posibilidad de un viaje sin escalas. Vea usted, hay personas que ni siquiera se han dado cuenta de lo que pasa. Compran un boleto para ir a T. Viene un tren, suben, y al día siguiente oyen que el conductor anuncia: “Hemos llegado a T.”. Sin tomar precaución alguna, los viajeros descienden y se hallan efectivamente en T.
    -¿Podría yo hacer alguna cosa para facilitar ese resultado?

    -Claro que puede usted. Lo que no se sabe es si le servirá de algo. Inténtelo de todas maneras. Suba usted al tren con la idea fija de que va a llegar a T. No trate a ninguno de los pasajeros. Podrán desilusionarlo con sus historias de viaje, y hasta denunciarlo a las autoridades.

    -¿Qué está usted diciendo?

    En virtud del estado actual de las cosas los trenes viajan llenos de espías. Estos espías, voluntarios en su mayor parte, dedican su vida a fomentar el espíritu constructivo de la empresa. A veces uno no sabe lo que dice y habla sólo por hablar. Pero ellos se dan cuenta en seguida de todos los sentidos que puede tener una frase, por sencilla que sea. Del comentario más inocente saben sacar una opinión culpable. Si usted llegara a cometer la menor imprudencia, sería aprehendido sin más, pasaría el resto de su vida en un vagón cárcel o le obligarían a descender en una falsa estación perdida en la selva. Viaje usted lleno de fe, consuma la menor cantidad posible de alimentos y no ponga los pies en el andén antes de que vea en T. alguna cara conocida.

    -Pero yo no conozco en T. a ninguna persona.

    -En ese caso redoble usted sus precauciones. Tendrá, se lo aseguro, muchas tentaciones en el camino. Si mira usted por las ventanillas, está expuesto a caer en la trampa de un espejismo. Las ventanillas están provistas de ingeniosos dispositivos que crean toda clase de ilusiones en el ánimo de los pasajeros. No hace falta ser débil para caer en ellas. Ciertos aparatos, operados desde la locomotora, hacen creer, por el ruido y los movimientos, que el tren está en marcha. Sin embargo, el tren permanece detenido semanas enteras, mientras los viajeros ven pasar cautivadores paisajes a través de los cristales.

    -¿Y eso qué objeto tiene?

    -Todo esto lo hace la empresa con el sano propósito de disminuir la ansiedad de los viajeros y de anular en todo lo posible las sensaciones de traslado. Se aspira a que un día se entreguen plenamente al azar, en manos de una empresa omnipotente, y que ya no les importe saber adónde van ni de dónde vienen.

    -Y usted, ¿ha viajado mucho en los trenes?

    -Yo, señor, solo soy guardagujas1. A decir verdad, soy un guardagujas jubilado, y sólo aparezco aquí de vez en cuando para recordar los buenos tiempos. No he viajado nunca, ni tengo ganas de hacerlo. Pero los viajeros me cuentan historias. Sé que los trenes han creado muchas poblaciones además de la aldea de F., cuyo origen le he referido. Ocurre a veces que los tripulantes de un tren reciben órdenes misteriosas. Invitan a los pasajeros a que desciendan de los vagones, generalmente con el pretexto de que admiren las bellezas de un determinado lugar. Se les habla de grutas, de cataratas o de ruinas célebres: “Quince minutos para que admiren ustedes la gruta tal o cual”, dice amablemente el conductor. Una vez que los viajeros se hallan a cierta distancia, el tren escapa a todo vapor.

    -¿Y los viajeros?

    Vagan desconcertados de un sitio a otro durante algún tiempo, pero acaban por congregarse y se establecen en colonia. Estas paradas intempestivas se hacen en lugares adecuados, muy lejos de toda civilización y con riquezas naturales suficientes. Allí se abandonan lores selectos, de gente joven, y sobre todo con mujeres abundantes. ¿No le gustaría a usted pasar sus últimos días en un pintoresco lugar desconocido, en compañía de una muchachita?

    El viejecillo sonriente hizo un guiño y se quedó mirando al viajero, lleno de bondad y de picardía. En ese momento se oyó un silbido lejano. El guardagujas dio un brinco, y se puso a hacer señales ridículas y desordenadas con su linterna.

    -¿Es el tren? -preguntó el forastero.

    El anciano echó a correr por la vía, desaforadamente. Cuando estuvo a cierta distancia, se volvió para gritar:

    -¡Tiene usted suerte! Mañana llegará a su famosa estación. ¿Cómo dice que se llama?

    -¡X! -contestó el viajero.

    En ese momento el viejecillo se disolvió en la clara mañana. Pero el punto rojo de la linterna siguió corriendo y saltando entre los rieles, imprudente, al encuentro del tren.

    Al fondo del paisaje, la locomotora se acercaba como un ruidoso advenimiento.

    FIN

  • EL FORASTERO: El Guardagujas II, Paula A. Quiroga y Laura Garcés (2017).



    El forastero esperó ansioso al borde de la línea amarilla que separaba las entradas a los convoyes, viendo tras de sí la inmensidad de lo que vendría siendo su partida hacia la desconocida estación X. Los rines del tren chillaron violentamente deteniéndose frente al forastero. Un hombre alto con traje de corbata lo observó extrañado y estiró su mano preguntándole:

    – ¿Hacia dónde se dirige?

    – Hacia la estación X.

    – Siga por el fondo de este corredor y entre por la primera puerta a la izquierda, allí encontrará un documento que debe diligenciar con todos sus datos y así obtendrá la asignación de su asiento.

    – ¿Por qué con mis datos?

    Sin obtener respuesta alguna del hombre, el extranjero entra cauteloso y se encuentra con un pasillo de mármol junto a luces extravagantes que podrían llamar la atención hasta del más distraído. El piso se encontraba perfectamente lustrado, pero las ventanas parecían  estar selladas, aún cuando podía verse  desde afuera  con detalle un tren aparentemente normal.
    Una vez con el documento en las manos y después de haber revelado algunos de sus más íntimos secretos en un pedazo de papel, el hombre que lo había recibido a la entrada del tren le arrebata la hoja para leer su información detenidamente, siguiente a esto unas veinte personas desesperadas con rasguños frescos en sus pieles se adentran en el cuarto celebrando el hecho de que entre tumultos de personas ellos hubieran conseguido abordar.

     – Las historias del guardagujas eran reales... – se dice el forastero en voz alta.

    – Su asiento se encuentra en la sala de viajeros de primera clase. – El empleado le entrega una caja con un papel adherido a la tapa – Estos utensilios hacen parte de su estadía en el tren, debe renovarlos cada mes con un papel que se le enviará para recordarle, de lo contrario debe pasarse a la zona de los viajeros de tercera clase ¿está entendido?

    – ¿Cuál es la diferencia entre las zonas? - pregunta curioso, nuevamente su capricho de saber las cosas había salido a flote, ¿le traería esto problemas?

    – No querrás estar en la de tercera clase. – Una anciana con un bastón responde  entre la gente– a menos de que quieras estremecerte con los golpes de los convoyes, en el último de estos las ruedas están tan desgastadas que muchas veces se salen de los rieles; incluso los vagones pueden caer violentamente cuando se atraviesan extensos abismos de la ruta  y una vez allí es difícil que envíen grupos de rescate por ti, por ello es importante renovar estos utensilios, así ellos sabrán que existes, que eres útil y no te enviarán a aquellos oscuros lugares. Por cierto ¿hacía dónde vas?  -pregunta con gran intriga y algo de coqueteo al tímido forastero que ingresaba en el lugar, éste recordó cuidadosamente las palabras del guardagujas y guardó silencio a su pregunta. La mujer sonrió sarcástica y se escabulló entre la fila para recibir su puesto asignado. Al parecer la mayoría de los tripulantes son enviados a tercera clase con la explicación de que hacen falta personas que ayuden con la construcción de la infraestructura del tren, muchos de ellos protestan  al empleado quien con sus ojos amenazantes les calla advirtiendo la expulsión permanente del tren.

    El ruido de las poleas se intensificaron una vez todos se acomodaron en sus lugares; muchas personas bajaban sus miradas y otras observaban minuciosamente sus alrededores, como si de “espías se tratasen” .
    El forastero acomodó su pesado equipaje y se sentó al lado de la ventana visualizando el paisaje de aquel pueblo que dejaba atrás para enfrentar un viaje de  varias horas hacia su destino final, solo esperaba no haber tomado el tren equivocado y se preguntaba si lo que veía en la ventana era el paisaje cambiante de la realidad o simplemente un espejismo. Su oportunidad de ir a X se veía lejana pero a la misma vez cercana, no era apropiado para él tomar actitud alguna pues podía llamar la atención de los demás y generar problemas futuros.

    –  Sólo le recomiendo que se fije muy bien en las estaciones. Podría darse el caso de que creyera haber llegado a T., y sólo fuese una ilusión... carecemos por el momento de trenes directos… Inténtelo de todas maneras. Suba usted al tren con la idea fija de que va a llegar a T. No trate a ninguno de los pasajeros... En ese caso redoble usted sus precauciones. Tendrá, se lo aseguro, muchas tentaciones en el camino... ¿No le gustaría a usted pasar sus últimos días en un pintoresco lugar desconocido, en compañía de una muchachita? Al menos diez minutos había pasado el forastero meditando lo dicho por el guardagujas e imaginando las diferentes situaciones en las cuales podría llegar a verse involucrado hasta que un grupo de personas vestidas con elegantes trajes y costosas maletas se acercaron a algunas sillas que habían quedado vacías.

    Uno de ellos fijó sus ojos en el forastero y se acercó a él despectivamente, observándole de  pies a cabeza y tocando su nariz con ánimo despectivo, inmediatamente uno de los empleados del tren toma la maleta del forastero y la corre con pereza hacia el fondo del pasillo.

    – ¿Podría usted ir al siguiente vagón? Aquí el honorable caballero debe tomar su puesto asignado - dice el subalterno señalando al hombre de traje frente a él.

    – Este es mi puesto asignado, puedo cederle el asiento de la ventana si así lo desea – respondió el forastero caballeroso. El “honorable caballero” alza una ceja y mira al empleado del tren con descontento.

    – Señor – dice el funcionario  alzando el tono de voz – diríjase al vagón de tercera clase o me veré en la obligación de quitarle sus utensilios, ó en el peor, será expulsado inmediatamente del tren. Entienda usted que es de suma importancia tener claro que las normas impuestas aquí son reglas inquebrantables, las mismas aseguran un óptima convivencia y viaje seguro.

    –Tal parece que el señor no ha asistido a las lecciones de urbanidad. –Dice el honorable hombre quien sonríe de medio lado al ver la incómoda situación en la que el forastero se encuentra –Este pobre hombre quiere evitar el exilio del tren que afortunadamente pudo abordar.

    Después de unos segundos, el forastero observa estupefacto al hombre y al empleado pero se levanta con los hombros erguidos y ve cómo su prójimo de gran poder monetario ordena que limpien el asiento con el desinfectante más fuerte y el olor más resistente. El forastero entre su confusión da media vuelta y se dirige a su nuevo asiento asignado a la fuerza, asiento que ahora se encuentra en el vagón de tercera clase, en donde, según lo que escucho del guardagujas, podría ser el comienzo de una angustia.

    La diferencia entre un convoy y otro era bastante notoria, los lustrosos pisos de marmol y los cómodos sillones de cuero pasaron a ser desagradables  y sucios asientos  en donde incluso algunos pedazos de suelo estaban ausentes y podía verse con total claridad la construcción interna del tren. A su alrededor se encontraban adultos mayores amargados que despotricaban sus diarios vivir y más que todo los platos de comida que recibían en las noches.
    Entre los rostros desconocidos la anciana aparece frente a su cara y se sienta su lado diciéndole con expresión plácida:

    –Todos estos niños que corren desesperadamente lanzándose cualquier objeto que está a su vista son los responsables de este fétido olor !No hay orden santo dios!. Pareciera como si fuésemos la zona inexistente del tren, no hay cuerpos de seguridad cerca, no hay mejoramiento de las instalaciones ¡y además de eso tenemos que lavar los platos sucios de la primer zona! !Inaudito!... !Ah! pero cuando se trata de recibir la comida y los utensilios  todos cambian sus expresiones a una felicidad completa y reciben cómo las mascotas reciben a sus dueños.

    –¿Por cuánto tiempo ha estado en esta zona?

    –Para empezar no creo en el tiempo señor visitante ¿Es usted un visitante? Sí lo es, puedo detectar a distancia a alguien que no ha estado por estos territorios. –La anciana saca de su bolsillo un boleto arrugado y viejo –Según esto he estado aquí por eternidades… y si que han sido eternidades… mi espalda me atormenta ¡claro! con todos los golpes que recibimos de las llantas en mal estado...
    Al oír el comentario de la anciana el forastero comenzó a fijarse detalladamente en su alrededor y notó que las ventanas no tenían un hermoso e inigualable paisaje tal y como en la primera zona, estaban más bien nubladas por una capa de polvo que cubría toda la belleza que él esperaba ver. Se preguntaba él cuándo se habían preocupado los pasajeros por exigir un mejor trato o al menos una limpieza y mejoramiento a la infraestructura del tren.

    –Recuerdo –La anciana interrumpe los pensamientos del forastero–  que llegaron a nuestros oídos la idea de cambiar la infraestructura de los trenes y las estaciones; fue un momento de mucho caos pues varios pasajeros debían abandonar sus asientos y esperar por varios días en las fondas para viajeros hasta que todo quedara terminado. La estación en la que usted se encontraba, señor visitante, fue mi primera bajada durante tanto tiempo, allí esperé por una semana y volví a abordar el tren ¡esperé con tal emoción que lo que me lleve fue un golpe de cabeza! Las estructuras de mármol sólo podían ser aguantadas por las llantas renovadas y por alguna extraña razón no todas las llantas lo estaban, por ende algunos vagones se dejaron intactos.

    –¿Hace cuánto funcionan los ferrocarriles?

    –¿Se refiere usted a hace cuánto funcionan correctamente en todas las estaciones? De ser así sería casi imposible decírselo, desde que tengo memoria el tren ha tenido fallas por más remodelaciones que se la hagan, aunque son fallas que se conocen y aún así los tripulantes del tren no hacen nada por solucionarlas…

    El tren se detuvo lentamente y los ancianos que se quejaban desde un principio se pusieron de pie. Las puertas del tren se abrieron en par y todos comenzaron a bajarse empujándose unos con otros; el forastero siguió confuso a la multitud y se encontró con varios pasajeros provenientes de primera clase.

    Adelante se encontraba un gran abismo con un puente que se había destruído; era el mismo del que el guardagujas le advirtió: “En la ruta faltaba el puente que debía salvar un abismo. Pues bien, el maquinista, en vez de poner marcha atrás, arengó a los pasajeros y obtuvo de ellos el esfuerzo necesario para seguir adelante. Bajo su enérgica dirección, el tren fue desarmado pieza por pieza y conducido en hombros al otro lado del abismo, que todavía reservaba la sorpresa de contener en su fondo un río caudaloso. El resultado de la hazaña fue tan satisfactorio que la empresa renunció definitivamente a la construcción del puente, conformándose con hacer un atractivo descuento en las tarifas de los pasajeros que se atreven a afrontar esa molestia suplementaria.”

    –No he pagado ningún descuento.

    –Sí lo has hecho –Respondió la anciana quien lo seguía con el bastón. –muchos de nosotros pagamos descuentos pero aparentemente son tan mínimos que no nos damos cuenta, aunque tampoco nos lo hacen saber. Aquí sólo tendrás que mover algunas piezas ¡vamos hombre! No seas tan quejumbroso y ayuda un poco.

    Al menos parecía que avanzaban y no era simplemente un paisaje-espejismo; después de lo que pareció una eternidad, el tren fue desmontado, trasladado y vuelto a armar con presión, claramente sin el apoyo de aquellos pasajeros de alcurnia, que así estuvieran presentes, hacían cargar a otras personas a bordo su pesado equipaje.

    Una vez se encontraba de nuevo en el tren el cansado forastero decidió dormir, al menos por un par de horas después del arduo trabajo, soñaba con los hermosos paisajes vistos, el lindo piso de mármol y la elegancia del convoy de primera clase, pudo imaginarse viviendo ahí, pero luego la realidad cayó como un balde de agua fría sobre él al darse cuenta de que aquello jamás pasaría. En el camino se encontraron con al menos cuatro estaciones, dos de ellas en magníficas  condiciones, la otra mitad siendo todo lo contrario, unos pasajes de casas que parecían caerse en su estructura y algunas personas sobre la línea de espera con la ilusión de que el tren parara frente a ellos.
    Eran contadas las ocasiones en que otros trenes se cruzaban y era tanta su velocidad que era casi imposible identificar la ruta con los pasajeros que iban dentro del mismo. Sin embargo para el forastero era todo una ilusión, si para él era difícil creer todo lo que acontecia dentro de la locomotora más lo era el creer que todo lo que veía tras las ventanas fuese verídico.
    Después de lo que parecía una eternidad logró vislumbrar un paisaje conocido, estaba cerca, a punto de llegar a su hogar, hogar en el que no había estado en meses a causa de buscar un empleo más rentable que le permitiese mantener a la familia que  tanto amaba y estaba a punto de agrandarse; ese finalmente era su propósito en la estación X, después de haber viajado por muchas partes del mundo había escuchado que dentro de ciertas estaciones que para él eran desconocidas podría encontrar un trabajo que le daría el sustento que él necesitaba.

    Al divisar entre las ventanas en el techo de una casucha el letrero que decía estación X no dudó ni un segundo en buscar su valija y bajarse a toda prisa del tren apenas las puertas se abrieron, la felicidad que sentía en aquel momento era indescriptible, sentía que volvía a ser él mismo, quería abrazar a su amada y estar ahí en el momento en que su hijo llegase al mundo, se le había olvidado por completo todo el esfuerzo que había hecho para conseguir la entrevista de trabajo que al fin y al cabo había sido desperdiciada.

    Al momento de bajarse de su tren observó a la anciana que lo miraba sonriente y se despedía con su bastón suavemente. Lo que había parecido una eternidad habría sido el final de su travesía. No entendía ni recordaba el por qué quería ir a la estación T, ni de la existencia del guardagujas que entre oscuridades alumbró con su linterna durante todo el viaje, mucho menos del “honorable hombre” que lo observaba saliendo con saltos de felicidad del tren, sin embargo, aquella anciana quedaría marcada por un muy buen tiempo, aquella anciana le había dejado una sensación inexplicable, se sentía como si no fuese él, sentía que debía ser el héroe que el guardagujas le había mencionado.
    Al pisar el suelo conocido el empleado que lo había atendido en un principio le entregó un papel en donde debía con su firma asegurar que el servicio y estadía dentro del tren habían sido memorables. El forastero con una enorme sonrisa tomó el bolígrafo y firmó con su nuevo nombre: el guardagujas.
  • Experiencias de vida




    Años atrás un gusto se convirtió en una pasión y un talento en profesión, un saber en una herramienta y sueños en metas.

    Todo comenzó cuando un gran viaje surgió, puertas a nuevos mundos abrió y ansias de conocer el mundo creó, en un paisaje atractivo una gran pasión despertó y hasta ahora la llama no se apagó.
    Hace un tiempo esta pasión se transformó y un trabajo surgió en un lugar donde sus sueños materializó. La primera experiencia llegó y en Community Manager de un programa de ingeniería  se convirtió, aquella chica con el ideal de dejar su huella por su paso en la Universidad. Una segunda oportunidad apareció y un evento llamado «El Molinete» creó, junto a sus compañeros un buen rato pasó y mucho aprendió.

    Apostando al «Hablando Sobre Publicidad» llegó su oportunidad y en el 2018 un mar de mariposas creó para invitar a la gente y decorar el auditorio del gran evento en el que participó,  además de ayudar a los invitados en la entrada, un gran aprendizaje se llevó.

    En sus ratos libres a una empresa de publicidad se integró, y en unos meses buenos resultados logró.

    Por último nuevos contactos creó y en nuevos proyectos se embarcó, logrando hacer visible las voces detrás de una emisora, involucrarse en el diseño de una marca con identidad definida, pero sin manual de respaldo y llevar a otro nivel un proyecto del que ya se había hablado, pero que nadie se había atrevido a llevar a cabo.


    Muchos retos se afrontaron, nuevos conocimientos se aprendieron y nuevas metas se plantearon.
    Lo que con un gustó comenzó en una razón de vida se volvió, después de muchas caídas se levantó nuevamente la ilusión de potenciar aquello que ya había realizado con antelación. 
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